Actualmente es recurrente escuchar entre padres y niños el concepto de Bullying para referir a situaciones de violencia dentro de los establecimientos educacionales, sin embargo, en muchas ocasiones el término es utilizado de forma incorrecta, por ello, cuando nos referimos a bullying, ¿de qué estamos hablando realmente?
El bulllying refiere a dinámicas de maltrato o abuso que poseen cuatro características específicas:

1.- Es entre pares, que comparten un espacio escolar.
2.- Es constante en el tiempo
3.- Implica un desequilibrio de poder entre agresor y víctima.
4.- Constituye una experiencia de victimización (Valoras UC).
El bullying en una escuela siempre es la punta del iceberg, que esconde, bajo la superficie, un contexto que propicia una dinámica de violencias dentro del ambiente escolar donde se desarrollan niños, niñas y adolescentes. Por ello, es necesaria la realización de constantes medidas preventivas enfocadas a toda la comunidad educativa y no solamente orientadas a la mediación entre las partes involucradas, ¿por qué?, generalmente, dentro de estas dinámicas encontramos diferentes actores, los cuales no son solamente víctimas y agresores, ¿a quiénes nos referimos entonces?, un tercer componente de esta dinámica es el formado por los espectadores, que son aquellos alumnos que visualizan las situaciones de agresión sin participar de ello, directamente.
A continuación, se describen las características personales de los participantes de una situación de bullying:
Agresor:
Usa violencia física o sicológica para mantener control sobre víctima y espectadores.
Muchas veces son niños con baja autoestima y con un vacío emocional importante.
A veces son niños sin capacidad de empatía.
Tienen dificultad para inhibir impulsos violentos.
Víctima:
Puede tener alguna característica que lo haga diferente al resto.
Generalmente son niños inhibidos o con baja autoestima.
Espectadores:
Pueden disfrutar del matonaje.
Pueden tener miedo de ser ellos los acosados.
Pueden no tener conciencia o empatía con los sufrimientos de la víctima.

Dicho lo anterior, es importante puntualizar que la mayoría de las situaciones de bullying se mantienen porque nadie se atreve ni sabe cómo denunciarlas. Las víctimas, por lo general, se encuentran asustadas o sometidas al maltrato, y las personas que observan o saben de las situaciones no saben cómo ayudar o naturalizan cierto tiempo de situaciones (sobre todo las asociadas al maltrato verbal), sin embargo, estos “espectadores” son quienes mayor posibilidad tienen de ayudar a detener las situaciones bullying, por eso es tan importante que dentro del establecimiento educacional se realicen actividades tendientes a favorecer el buen trato y desarrollar la empatía y cooperación entre estudiantes.
Por último, es importante mencionar que, en la actualidad, el bullying puede ejercerse mediante diversos soportes, los cuales, en la mayoría de los casos, suelen entremezclarse:
- soporte físico (golpes, empujones, robos);
- soporte verbal (insultos, amenazas);
-soporte relacional o indirecto (exclusión social, rumores) y,
- el soporte digital (agresiones vía web, celulares, etc.).
Ninguno de estos actos de forma individual y exclusiva puede considerarse bullying, a no ser que uno o más de ellos se presenten consistentemente en el tiempo. Sin embargo, siempre que estamos bajo una situación constante de agresión debemos actuar.
¿Cuándo sospechar?
Muchas veces los niños no verbalizan lo que les está ocurriendo, no obstante, existen algunos indicadores a los que es importante prestar atención:
Cambios en la conducta, como por ejemplo: mayor irritabilidad.
Cambios en el comportamiento dentro de la escuela: se aísla o no se relaciona como antes.
Manifestación de enfermedades psicosomáticas (dolor de cabeza o de estómago, que no tiene explicación por una enfermedad médica).
Busca excusas para no asistir al colegio.
¿Cómo actuar?
Como padres, nuestra labor es denunciar estos hechos y no naturalizar situaciones que muchas veces se toman como propias de la edad.
Un aspecto importante a considerar es el protocolo de acción con el que cuenta el establecimiento educacional. Dicho protocolo debe contener acciones tendientes a reparar el daño y proteger a la víctima dentro del ambiente escolar, sin olvidar el trabajo que debe realizarse con quien ejerce bullying y la comunidad en general.
Por otra parte, los padres deben apoyar emocionalmente a su hijo/a, conteniendo la expresión de sus emociones y ayudándolo a desarrollar estrategias para defenderse de las burlas, amenazas y malos tratos del ambiente. Para ello, es relevante enseñar a los niños (desde pequeños) a solucionar los conflictos pacíficamente, desarrollando un estilo asertivo ante las adversidades de la vida, pero sin olvidar con ello, que es necesario, y una condición indispensable, que desde el establecimiento educativo se asegure la protección y el bienestar de cada uno de sus estudiantes.

Por último, es importante valorar la intervención psicológica, ya que muchas veces es necesario reparar el daño mediante un espacio donde se re-elaboren las situaciones de maltrato.
Por: María José Navarrete, Psicóloga
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