
El lenguaje en el niño se desarrolla a partir de la imitación de conductas que observan de su entorno, es decir, a partir de las interacciones que realizan con sus padres o cuidadores. Cuando el ambiente en el que crecen y se desenvuelven es rico en conversaciones y juegos, esta habilidad se ve más favorecida.
El lenguaje se compone de tres dimensiones: uso, contenido y forma. Estas conductas se observan desde el nacimiento hasta aproximadamente el año de vida, sin embargo, en algunos niños esto varía.
Uso: Esta tiene relación con el ¿para qué? se dicen las cosas, es decir, se relaciona con los elementos que acompañan la interacción del niño con el adulto, como el contacto ocular, la sonrisa social, formatos de interacción (que suponen al menos a dos personas en una actividad predecible, interactiva y repetitiva), la atención conjunta (la cual se reconoce como la capacidad para coordinar la atención con el otro en relación a un objeto o evento) y el espacio de relación (que es todo lo que va a suceder entre el niño y la mamá/cuidador). Esta dimensión, posteriormente, se transformará en el nivel pragmático del lenguaje.
Contenido: Esta dimensión tiene relación con el ¿Qué? dice el niño, con la información que transmite a través de un mensaje y es fundamental para adquirir el significado. Dentro de esto tenemos la Imitación (la habilidad de copiar de otros las acciones que va a realizar, ya sea con objetos, gestos, movimientos corporales, sonidos o palabras), el juego simbólico (capacidad del niño para utilizar objetos con otras funciones, como por ejemplo: hacer que un bloque es un teléfono), la permanencia del objeto (habilidad del niño de entender que si las cosas que desaparecen de su vista no significa que desaparezcan por completo, esto permite en etapas más avanzadas hablar de cosas que no están presentes o no conocemos), la coordinación de medios y fines (capacidad del niño de formular un objetivo antes de actuar o de entender que para lograr algo tiene que hacer una serie de pasos) y la causalidad (capacidad del niño de relacionar que sus acciones tienen un efecto en el otro o en un objeto). Esta dimensión, posteriormente, se transformará en el nivel semántico del lenguaje.
Forma: Tiene que ver con el ¿Cómo? se dicen la cosas, con las estructuras que utiliza el niño para transmitir ese mensaje, como por ejemplo: vocalizaciones reflejas (que derivan del llanto y tienen que ver con cómo satisface el/la menor su alimentación, confort o dolor); gorgeo y sonrisas (en donde se empiezan a sentir las variaciones del tracto vocal), posteriormente, pasamos a la expansión fonética (donde el niño voluntariamente hace variaciones melódicas o largas melodías), luego aparece el balbuceo canónico (caracterizado por la repetición de sílabas formadas por una consonante y una vocal y que es repetitiva, ejemplo “pa-pa-pa; ma-ma-ma”) y, finalmente, aparece el balbuceo variado o no reduplicativo (el cual es la ante sala de las primeras palabras en donde el niño/a comienza a variar el tipo de sonidos que usa en la sílaba, mezclando sonidos anteriores con posteriores y cambiando las vocales, llegando a la emisión de las primeras palabras). Esta dimensión, posteriormente, se transformará en los niveles Fonológico y Morfosintáctico.
¿Cómo estimular el lenguaje?
Para poder estimular estas habilidades, debemos considerar las siguientes indicaciones:

Todas las actividades deben realizarse dentro de un contexto lúdico de juego
Jugar con los objetos en formato concreto (ejemplo: frutas y animales de juguete)
Mostrar cómo se usan y cómo funcionan las cosas comunes del hogar.
Comentar todo mientras se juega, es decir, se debe ir narrando todo lo que sucede en el juego. Esto va a permitir que el niño/a asocie lo que ve con lo que hace y lo que escucha del lenguaje.
Decir siempre el nombre de las cosas y para qué sirven.
Siempre ir verificando que el niño/a este comprendiendo lo que estamos diciendo, lo cual también irá relacionado con el nivel de lenguaje que el niño tenga.
Usar un lenguaje acorde a la edad del niño, no más simple ni más complejo.
Reforzar positivamente cada intento, logro o palabra que presente el niño, felicitándolo, aplaudiéndolo, con un abrazo, un beso, etc.
Algunas actividades que podemos realizar en el hogar:
Es fundamental, para esta primera etapa, que los objetos y los juguetes que se utilicen sean llamativos, sorprendentes e interesantes para el/la niño/a, como juguetes a cuerda o que permitan hacer acciones de ida y vuelta, como por ejemplo, una pelota que ruede hacia el/la niño/a y luego ruede hacia el adulto.
Para promover la atención y acción conjunta: Se debe crear la necesidad de comunicación dentro de una rutina en la que se mira un objeto, en el fondo, si el/la niño/a mira el objeto, vamos a lograr la atención conjunta porque la mamá o cuidador también van a estar mirando ese objeto. Si el/la niño/a no mira lo que se le muestra, se debe llamar su atención para buscar su mirada o podemos a mover el objeto hacia la cara del/la niño/a, ponérselo en frente y luego ponerlo cerca del rostro del adulto, así se favorecerá el contacto ocular o que el niño/a mire a la cara. Cuando el/la niño/a mire, realizaremos una expresión facial de sorpresa, ya que logró descubrir el objeto, y se lo entregamos.
Señalamientos: Para esto, el niño ya debe tener conductas de atención y realizaremos actividades predecibles, frente a frente, mostrándole objetos poniéndolos lejos de su alcance, solamente se los vamos a pasar cuando haga un gesto apuntando con su dedo. Si pareciera no entender o no hace el gesto, le podemos decir ¿qué quieres? y le mostramos 2 juguetes u opciones diciéndole, ejemplo: ¿quieres el auto? o ¿quieres la pelota? Si todavía no lo hace y tiene claramente ganas de señalar, entonces modelaremos su conducta tomándole la mano apuntando un juguete, en el fondo, le mostramos la acción que queremos que el niño haga.

Permanencia del objeto:Un juego clásico que podemos hacer con el niño para estimular la permanencia del objeto es el de “está-no está”. Cuando son bebés comenzamos tapándonos los ojos y, por lo general, suelen disfrutar mucho de esta actividad. A medida que esta actividad forma parte de una rutina, podemos ir variándola con objetos de interés para el niño, haciéndolos desaparecer lentamente de su vista para luego mostrarles donde está, hasta que el niño aprenda a encontrar objetos que desaparecen delante de él.
Turnos: Estos están siempre presentes en cualquier actividad que hagamos con el niño, los turnos que debemos estimular de manera temprana son del tipo de juego “te toca a ti” “me toca a mi”, “toma-dame”, “sacar y guardar cosas”, ejemplos: juegos de encaje, argolleros, etc.
Juego: La mayor parte de las actividades de estimulación son a través del juego, pero hay niños en donde esta habilidad esta descendida y, a medida que crecen, se quedan en el mismo nivel de juego sin avanzar, como por ejemplo, en el juego exploratorio, en donde el niño manipula e inspecciona los objetos golpeándolos, lanzándolos o metiéndoselo a la boca. Para ir aumentando esta habilidad, debemos ir haciéndonos partícipes del juego del/la niño/a e incitarlo/a a que apile, agrupe o empuje objetos. En una etapa más avanzada emerge el juego funcional convencional, en donde los niños comienzan a usar los objetos dándoles funcionalidad, como por ejemplo, revolver con una cuchara una taza. Posteriormente, se da paso al juego simbólico, en donde el niño comienza a dar otra función a los objetos, como por ejemplo, hacer que un bloque de madera es un auto, hasta pasar a utilizar elementos ficticios dentro del juego.
Debemos tener en cuenta que el juego debe ser entretenido y que el niño disfrute de lo que realiza junto a su madre, padre o cuidador; cuando vemos que hemos logrado sacar carcajadas en el niño, veremos que poco a poco irán apareciendo habilidades lingüísticas, como por ejemplo, un sonido de animal, intentos de palabras, señalamientos, imitación, etc.
Otra actividad muy recomendada es la lectura de cuentos. En niños pequeños se sugiere comenzar con libros sensoriales que puedan apretar, morder o chupar y que tengan una imagen por página, por ejemplo, un tambor, una vaca, un tren, etc. donde lo que debemos hacer es ir nombrando la imagen, realizar el gesto y su sonido. A medida que el niño avanza podemos pasar a libros con texturas, aromas o con botones de sonido.

Al ir identificando conductas o habilidades que deben ir desarrollando los niños, en relación a su lenguaje, podemos ir haciendo que las instancias de juego con ellos tengan un fin, fortalezcan los vínculos con sus tutores y, sobre todo, que generen tiempos de calidad junto a ellos, que hoy en día son cada vez menos.
Finalmente, es importante mencionar que, si tu hijo/a no presenta un adecuado desarrollo del lenguaje, o si observas que sus habilidades comunicativas no van avanzando en el tiempo, debes consultar con un especialista, ya que la detección temprana es fundamental para la intervención a tiempo de posibles dificultades en su desarrollo comunicativo y de aprendizaje, minimizando las alteraciones que podría presentar a futuro.
Por: Verónica Montecinos, Fonoaudióloga
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